El compromiso de contar el horror
Esperaré siempre tu regreso
Desfiladero Ediciones. 2016
Esperaré siempre tu regreso
No voy a hacer
ningún spoiler pero quiero iniciar este reseña con la imagen que Jordi Peidro
ha elegido para terminar este libro. Se trata de la de un preso del campo de exterminio
de Matthaussen, lo reconocemos por el uniforme, que camina al mismo tiempo que toca
el violín.
Con ella nos remite a un capítulo de los más duros de esta obra,
aquel en que se nos cuenta el castigo y ejecución de un gitano que había
fracasado en su intento de huir de dicho campo. Las viñetas nos describen como,
mientras lo paseaban primero por el campo montado en un carro y después lo ahorcaban,
los nazis obligaron, en un alarde de cruel sadismo, a una orquesta, formada por
presos, a tocar una y otra vez J’attendrai
(Te esperaré), canción francesa que habla de un regreso tan demorado como
deseado y de cuya letra nace el título de esta obra. Los cartuchos que
encuadran la frágil figura frdel preso condenado a tocar el violín para
sobrevivir, y así poder regresar, nos informan de que ciento cincuenta mil personas
perdieron la vida en Matthaussen, y que siete mil de ellos fueron españoles.
Son cifras tremendas que nos golpean con contundencia y nos remiten al sentido
de esta novela gráfica: contar lo sucedido como consecuencia del compromiso que
asumieron los, esqueléticos, supervivientes de aquel infierno para intentar evitar
que se repitiera aquella barbarie. Eso es lo que pretende y lo que consigue
Jordi Peidró al convertir en relato gráfico los recuerdos de Francisco Aura Boronat
sobre su estancia en Matthaussen. Así, el libro compagina la evolución temporal
de su experiencia en la guerra del 36-39, el exilio, las compañías de trabajo… con
la descripción de aspectos relevantes de las vivencias y experiencias en el
campo: Holocausto, Huida, Solidaridad, Rebeldía… Y en este marco la narración
sigue de forma directa y escueta la cadencia de los recuerdos de un
superviviente, el horror no se compadece demasiado con juegos literarios. Y hay
muchos momentos de horror, nunca gratuito, en estas viñetas que se articulan
sobre la pugna del instinto de supervivencia frente a la continua presencia de
la muerte, frente a los que pueden arrebatarte la vida impunemente en cualquier
momento. Este relato se inscribe pues en una especie de anti-épica, no hay
gestas, no hay acciones relevantes, sólo la resistencia a dejarse llevar, la
voluntad de sobrevivir, de superar prueba tras prueba siempre en el filo de la
muerte.
Los recuerdos de Paco a través
de las viñetas de Jordi, nos avisan también de que la barbarie no tiene límites.
No es casual que el libro se inicie con una referencia al reciente conflicto
bélico de los Balcanes, podría haberlo hecho con lo que ha sucedido y sucede en
África, Oriente próximo… allá donde al enemigo y hasta al adversario se le
niega la condición humana y por lo tanto de sujeto
con derechos tal como expresa la cita de Primo Levi que aparece en el libro.
Sólo en dos
momentos el autor se permite un cierto respiro, y lo hace en dos tiras de acido
humor en las que recuerda la filiación nazi de Serrano Suñer, cuñadísimo de
Franco.
Pepe Gálvez
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