David B.
376 páginas en blanco y negro. 20 €
Ediciones Sin sentido, 2009
Epiléptico, es el título de la versión integral de los seis volúmenes de La ascensión del Gran Mal, es, sin lugar
a dudas, una de las obras más representativas de la evolución de la historieta
contemporánea hacia una complejidad y una profundidad tanto temáticas como
estilísticas. Este libro de David B. destaca por su ambición, su sinceridad, su
honestidad y, también, por su riqueza icónica y de recursos narrativos.
Como
la gran mayoría del cómic autobiográfico, la recuperación de los primeros años
vividos es un elemento central; aunque en este caso la melancolía del tiempo
pasado es sustituida por una mezcla de rabia, dolor y ternura, generada por la
frustración de una niñez sitiada y vencida por la anormalidad social de la
epilepsia que sufre su hermano mayor. Una enfermedad que en los años sesenta no
conocía remedio y que como, además, se manifestaba de forma incontrolada,
provocaba el miedo y el rechazo de los demás. Ante la insuficiencia de la
medicina tradicional, los padres de nuestro protagonista van recurrir a un muy
amplio abanico de alternativas más o menos esotéricas, que incrementaron aún
más el aislamiento social.
Epiléptico es una obra significativa como pocas de
la fructífera y decisiva relación simbiótica establecida entre la autobiografía
y la historieta contemporánea. Y lo es por su capacidad de representar la
pluralidad y la evolución del yo, de fijarlo en una sucesión de ámbitos
temporales determinados, de plasmar con gran sinceridad situaciones tan definitorias como complejas.
También lo es por que consigue una peculiar fusión entre lo individual y lo
colectivo. El rechazo externo, la falta de respuestas de la medicina
tradicional, la inseguridad, las falsas alternativas esotéricas presionan con
fuerza sobre el entorno familiar y condicionan la personalidad de nuestro
protagonista y su relación con los demás.
Para
salvar el vacío de la soledad y superar el vértigo de la inseguridad, el niño
que más tarde se convertiría en David B. creó un pequeño mundo de amigos
invisibles surgidos de muchas horas de lectura. Este imaginario, que es el
embrión de uno de los universos más diversos y expansivos de la historieta
actual, consigue representar diferentes vertientes de la realidad
(distorsionada, imaginada o soñada) vividas por el autor. Y lo hace con un
grafismo limpio, contenido a la vez que expresivo, que marcará el devenir de un
estilo frecuentado por otros creadores, como Marjane Satrapi, sin ir más lejos.
Otro de sus específicos alicientes es la
recreación de una realidad plural en la que
lo onírico sucede a lo cotidiano y este se matiza y enriquece con la
imaginación. Añadamos a todo ello, la aportación de la riqueza del lenguaje tanto en la imaginativa
composición de muchas viñetas y páginas como en el acertado y estimulante uso
narrativo del sentido simbólico de las imágenes. Todo ello sin que la narración pierda fluidez
ni continuidad en la precisa, sincera y delicada reconstrucción de sus recuerdos. No hay
nostalgia en esa mirada seria, aunque tierna hacia unos personajes que parecen
ser a la vez propios y ajenos y en los que se contempla el pasado desde un
presente que es la continuidad y la consecuencia de aquel, circunstancia
narrativa que produce en la mirada lectora la sensación de hallarse ante un
espejo deforme que refleja el tiempo como una espiral caprichosa que confunde
frecuentemente inicios y finales.
P. G.
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