Reseña: Maus, barbarie

Maus
Art Spiegelmann







Maus es seguramente el primer clásico de la historieta contemporánea, fue el signo de la maduración del medio al margen de la industria, así como el anuncio de la posibilidad de superar las limitaciones establecidas por una falsa jerarquía cultural. Los trece años que requirió su realización señalan la ambición de la obra, un objetivo que el propio autor se cuestiona si no es demasiado pretencioso. Para unas páginas después expresar sus reticencias sobre la capacidad del cómic para conseguir plasmar su mensaje con toda su complejidad. Pero lo hizo, y Mauss logró un reconocimiento más allá de los reducidos ámbitos del cómic, que se expresó en el otorgamiento del premio Pulitzer en 1992.

Impúdica busqueda
Maus nace de la necesidad del autor, Art Spiegelmann, de recuperar las experiencias de su padre, judío polaco, bajo la persecución del régimen nazi. Es seguramente el fruto de la voluntad de recuperar la parte de sí mismo que se explica en la memoria paterna. Spiegelmann que había sido internado en un hospital psiquiátrico y había empezado a dibujar historietas como medio terapéutico, practicaba una narración gráfica de tipo experimental que a veces introducía elementos autobiográficos con fuerte contenido emotivo, como su reacción ante el suicidio de su madre. Esta capacidad de zafarse de las restricciones del pudor emocional, de mostrar con sinceridad actitudes y sentimientos muy íntimos, de exponer sus dudas, sus miedos, será clave para la realización de esta obra que se construye sobre la relación entre la biografía del padre y su propia autobiografía. Esta interacción permite que no sólo se trate de la reconstrucción de los hechos vividos por el padre, sino que incorpore muchos interrogantes tanto sobre el pasado como sobre el presiente y la relación de uno sobre el otro. Por otro lado la mezcla de compromiso personal en la narración con técnicas narrativas distanciadoras, el recurso al zoomorfismo o la intercalación de pequeñas anécdotas dramáticas del presente, consigue recrear una situación cargada de dramatismo de una manera sincera y al mismo tiempo alejada del maniqueísmo.

De padre a hijo
La historia oral que Vladek, el padre, transmite a Art y este traduce en imágenes y palabras es en una primera lectura la descripción de su evolución personal. El retrato que hace de si mismo, marcado por la auto-reivindicación, define una personalidad fuerte y con más virtudes que defectos. Así, conocemos su habilidad para comerciar, la ascensión social dentro de la comunidad judía y la capacidad de resistencia y supervivencia tanto en el angustiosos itinerario de persecuciones como en el internamiento en el campo de concentración. Este retrato dinámico se complementa con la visión que ofrece el presente narrativo de hombre envejecido de salud precaria, cargado de mezquinas manías y empeñado en el intento de controlar al máximo el mundo que le rodea, especialmente a su mujer. Es una contraposición que no sólo desmitifica el pasado sino que sitúa también  interrogantes sobre las repercusiones de los padecimientos físicos y anímicos sufridos . Por otro lado aparece la tensión entre el padre y el hijo, la existencia de una distancia que sólo parece salvarse cuando comparten los recuerdos del padre, cuando la figura de este se aleja del presente y de su actitud durante toda su relación. En este ámbito personal participan también los ausentes, especialmente la madre de Arte, la primera mujer de Vladek y el hermano muerto en un campo de concentración. Son figuras que imponen al autor bien la ausencia de un afecto necesario, bien una competencia imposible.
Pero esta evolución personal se inscribe y adquiere sentido en un contexto colectivo. Por un lado está la descripción previa del mundo de los judíos como un mundo cerrado y con unos espacios sociales y económicos propios, que eran también de una burguesía o pequeña burguesía mayoritariamente mercantil. Por otro, la relación que el autor establece, dentro del contexto de la persecución y exterminio, entre diferentes colectivos étnicos y nacionales. Spiegelmann con su caracterización caricaturesca al uniformizar dichos colectivos los identifica a cada uno de ellos con una especie animal, (judíos = ratones, alemanes = gatos, polacos = cerdos y los americanos son perros). Con ello podría estar remarcando una visión étnica esencialista, pero parece más bien que se trata de reflejar la fragmentación social en bloques configurados por el egoísmo tribal forzado por la política nazi. Visión relativista que se remarca en la escena en que él y su psiquiatra hablan del holocausto y sus consecuencias, en esta secuencia el autor dibuja sobre su figura ratonil unas máscaras de ratones, como señalando el carácter superpuesto que para ellos tiene en ese momento la identidad judía.

Persecución
Maus es también la descripción sobrecogedora, por su referencia real y por el mismo tratamiento alejado de manipulaciones, de una terrible carrera de obstáculos, que acumula la crueldad de unos y la indefensión de otros en intensidad y calidad muy dolorosa. Desde la invasión alemana, guerra en la que participa Vladek y que ocasiona su primera estancia en un campo de prisioneros, hasta su último internamiento, la familia Spiegelmann vive una situación cada vez más precaria. Son tiempos en que esconderse y salvar las diferentes etapas de la persecución, es vivir en una clandestinidad continua con cada vez menos espacios de libertad o de solidaridad. Tiempos donde la barbarie de un poder dictatorial actúa permanentemente sobre un colectivo débil que sólo puede confiar en el apoyo de los suyos, ante la indiferencia o el acoso del conjunto de la sociedad, aunque los vínculos entre los judíos también se debilitan cuando se impone la necesidad de sobrevivir individualmente

Redes de solidaridad
En esta odisea la supervivencia aparece como un ejercicio de resistencia y de adaptación, en el que se evidencia el contraste entre el obligado ámbito de actuación individual y la necesidad de establecer vínculos por egoísmo o por solidaridad. La estancia en el campo de concentración sitúa la posibilidad de sobrevivir en la conjunción de la resistencia física, la habilidad para buscar encontrar y aprovechar cobijos que reduzcan la carga de los trabaja más duros, que harán otros, y la de establecer pequeñas redes de complicidad o de comprarlas. Esta condición de objetivo individual, que se extiende como máximo a los familiares y algún compañero, provoca en el autor dudas, no resueltas, sobre la disyuntiva entre sobrevivir o enfrentarse a la represión. Y en consecuencia se cuestiona las contradicciones morales sobre las que se basa la victoria del superviviente, así como la persistencia de esta victoria Es decir sobre cómo repercutieron todas aquellas vivencias en la experiencia posterior de su padre o en la muerte de la madre.

Pepe Gálvez


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